CRISIS EN EL IMSS

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Diario El Noticiero publicó en una de sus últimas ediciones que quizás pararía labores   el nuevo Hospital del IMSS  en Colima por carecer  de elementos fundamentales para funcionar adecuadamente, como son trabajadores  en diversas áreas y equipo médico. El dirigente sindical, Rafael Rubalcaba,   mostró su extrañeza y calificó de “acto de relumbrón”  abrir un nuevo nosocomio sin las condiciones   debidas. Hay tecnología, pero no  personal suficiente, reveló y dijo que proseguirá en sus gestiones para que esa situación se normalice. No hay noticias sobre este punto.

En verdad extraña ese descontrol  en el IMSS, institución muy fuerte financieramente hablando y  además bien organizada desde sus cimientos. Si algo le sobra son recursos para su operación por lo que la tardanza en el equipamiento de sus instalaciones debe ser algo temporal. Es evidente que hay una expectativa de servicio  entre la población que debe ser cubierta de inmediato, por lo que sus autoridades han de apurar los trámites para que ese nosocomio funcione como es debido.

Uno se pregunta sobre lo que está ocurriendo en esa institución  porque habiéndose  inaugurado esas instalaciones carece de lo esencial. Me late que hay una contracción en el gasto gubernamental en el sector salud a petición de Hacienda para evitar presiones inflacionarias al gasto público. Téngase en cuenta que la inflación ha ido a la alza los últimos meses (casi 7% anual) y es altamente probable que las políticas oficiales se hayan vuelto, por estrategia, restrictivas. Recuérdese también que se gobierna para que luzca la macroeconomía aunque los sectores más débiles tengan  cada vez más dificultades. Se presume en todos los medios, cada mes, las cifras concernientes a la creación de fuentes de empleo. Se habla de 3 millones, nomás. Cada 30 días, hay miles y miles de plazas nuevas, eso se dice, el papel aguanta todo, pero no se habla de las que cierran y menos del tipo  de plazas creadas,  sustentadas en salarios medios (de miedo, mejor dicho), o ínfimos como los que pagan las manufactureras o las tiendas departamentales.

¿Cuántas  unidades de salud hay sin equipamiento en todo el país? ¿Cuánta gente se muere por falta de lo elemental, de una vacuna o de un pequeño volumen de sangre afuera de algunos hospitales  ? Imposible saberlo. Lo que sí se sabe es que la medicina privada hoy en día es carísima, al alcance de muy pocos. Nadie regula los cobros médicos. En muchos lugares se sigue operando a pacientes sin haber necesidad y las  autoridades  no se interesan por proteger la economía de las clases medias, tan venida a menos, y que tanto  acude a citas médicas y requiere intervenciones quirúrgicas.  Hay casos de familias que se quedan endeudadas de por vida y con su muertito al lado porque los gastos médicos fueron de varios cientos de miles de pesos a pesar de que se sospechaba que el enfermo no sobreviviría a equis  operación o porque simplemente esta sería solo un paliativo.

Cada vez la gente recurre más, en consecuencia,  a los hospitales públicos. Con todo y el montón de trámites que tienen que hacerse para lograr una cita con un especialista, se prefiere hacer cola o esperar semanas o meses para tener esa fortuna. De hecho, hay quienes mueren esperando una cita.

Por ello, quienes estén al frente de esas instituciones, deben tener sensibilidad, comprender que quienes van a los hospitales  es porque carecen de recursos para costear servicios privados, de ahí que deba acelerarse  las   gestiones para que se normalice la situación en ese hospital nuevo del que la gente espera servicios de calidad.

El IMSS ha de reflexionar en que apresurando sus soluciones protege la economía familiar y deja a salvo su buena imagen institucional, afectada cuando las inercias dominan  y toda acción tardía   se convierte en negligencia. Debo reconocer  que nuestra entidad goza de buenos servicios de salud actualmente y que ha habido inversiones federales suficientes y convincentes los últimos años en infraestructura. Pero hay que amarrar los cabos sueltos de la acción institucional y no generar desilusión.