Colima: El Santuario del Narco

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    Las autoridades colimenses se apresuraron a negar que el asesinato estuviera relacionado con el narcotráfico, pero el crimen organizado tiene permeada la vida política en el estado. Durante más de dos décadas Colima, fue el santuario para narcotraficantes que huyeron de Sinaloa durante la Operación Cóndor a mediados de los 70s, rumbo a Guadalajara. El más prominente fue Manuel Salcido Uzueta, el lugarteniente del último barón de las drogas, Miguel Ángel Félix Gallardo, a quien apodaban “El Cochiloco”.

    Salcido Uzueta llegó a Colima a fines de los 70s, principios de los 80s y comenzó a hacer una vida social bajo el nombre de “Pedro Orozco García”, relacionándose con la clase política, a la cual festejaba regularmente en su Rancho Jayamita, donde uno de los habituales era el entonces gobernador Elías Zamora Verduzco, quien llegó a decir que el capo que era “un benefactor del pueblo de Colima”.

    Para cuando asesinaron en Guadalajara a “El Cochiloco” en 1991, Colima ya se había convertido en un importante corredor de drogas que entraban por el puerto de Manzanillo. La importación de precursores para las drogas sintéticas convirtieron a mediados de esa década a los hermanos Amezcua Contreras en “los reyes de las metanfetaminas”, perseguidos rabiosamente por la DEA porque saturaron con sus pastillas todo el cinturón agrícola y ganadero del centro de Estados Unidos.

    Con los hermanos Amezcua Contreras, sentenciados en 2005 después de una productiva carrera en el narcotráfico, iniciaron las vinculaciones directas con las familias de los políticos locales, que es el precedente para que cuando Cavazos llegó a la gubernatura por el infortunio de Gustavo Vázquez, el gobernador que murió en un accidente de aviación, lo atacaran por sus lazos con el crimen organizado.

    Los más furibundos fueron desde el interior de su partido el PRI, lanzados por el ex gobernador Fernando Moreno Peña, quien acusó también a su sucesor Mario Anguiano durante el proceso de sucesión. La líder del PRI Beatriz Paredes dijo en ese entonces que el partido nunca nominaría un candidato bajo sospecha de narcotráfico, pero Cavazos respondió que sólo con Anguiano ganarían la elección. Paredes retrocedió, Anguiano ganó y el asesinato de Cavazos es consecuencia directa o indirecta de esa retirada política.

    Las denuncias tenían bases. Rafael Cavazos, hermano del ex gobernador, fue detenido en 2003 cuando la PGR desintegró un centro de distribución de drogas en Tecomán, el municipio donde crecieron y que formaba parte del corredor de drogas que pasaba por Colima –a 40 kilómetros- y entraba a Michoacán por la mesera Purépecha. Otro hermano, Francisco, fue arrestado en 2004 en otro operativo contra las drogas.

    El gobernador Cavazos se empecinó en dejar como sucesor a Mario Anguiano, cuya familia también está metida en narcotráfico. Su hermano Humberto pasó siete años en la cárcel por vender metanfetaminas, y su primo Rafael Anguiano Chávez fue detenido en Los Angeles en 1997, donde encabezaba un cártel que distribuía metanfetaminas y cocaína de costa a costa, vinculado a los Amezcua Contreras.

    Los hermanos Amezcua Contreras fueron los pioneros en la distribución y comercialización de las metanfetaminas, que actualmente es la droga de mayor crecimiento en Estados Unidos, y cuando Los Zetas empezaron su incursión en la costa del Pacífico, se sumaron a La Federación, creada en 2002 bajo los auspicios del Cártel de Sinaloa, para defender las plazas desde Nayarit hasta Guerrero, con la excepción de Michoacán.

    Al desmantelamiento del cártel de los Amezcua Contreras, el de Sinaloa, hoy llamado del Pacífico, se quedó con ese negocio, y reposonsabilizó de ello a Joaquín “El Chapo” Guzmán, el más notorio lugarteniente de Félix Gallardo que se encuentra libre, quien se tomó el control del puerto de Manzanillo, en Colima.

    Por ese puerto entraban los cargamentos de pseudoefedrina, precursor de la metanfetamina, provenientes de China, que contrabandeaba el sinomexicano Zhenli Ye Gon, que tenían como destino los laboratorios que mantiene Guzmán en la zona industrial de Guadalajara, donde lo procesan y convierten en pastillas. En la aduana de Manzanillo el Cártel de Sinaloa tenía en su nómina a funcionarios federales, que permitían que pasaran los cargamentos.

    El contexto de cómo el narcotráfico se desenvolvió a Colima a la vista de todos pero al mismo tiempo, sin ser atajado por nadie, no resuelve quiénes ordenaron el asesinato del ex gobernador Cavazos, pero explica la génesis de la gangrena que contamina al estado. Guzmán ha consolidado su poder en los puertos mexicanos, al tiempo que la Marina le ha ido cortando sus brazos en los mandos operativos, como el arresto de Jorge Castañeda Uscanga, capitán del puerto de Manzanillo, hace siete meses, después de un largo periodo al frente de su administración.

    El asesinato de Cavazos se inscribe en la lógica que prevalece cuando se ordena un asesinato de tal magnitud: sólo se lleva a cabo si se confía plenamente en que se saldrá impune, sin rastro que permita llegar a quien lo encargó. Crímenes sin castigo son lo que desbordan el vaso cuando el tejido sociopolítico se ha desgastado por la impunidad y laxitud frente a la delincuencia. Colima lleva décadas de ello, y el haber estado siempre controlado por la misma mafia y no haber sido una plaza en disputa, evitó los niveles de violencia que se perciben en otras zonas del país.

    Pero no fue una penetración como la de la humedad. Fue abierta, donde se mezcló la delincuencia con la política ante ojos de instituciones y sociedad que no hicieron nada. Los narcotraficantes aparecían en las páginas de sociales de los periódicos colimenses en las fiestas de la política y la alta sociedad, que incluía las familias de dos ex presidentes —Miguel de la Madrid y Ernesto Zedillo—, sin que los frenaran. En el asesinato de Cavazos hay muchos responsables, a quienes se les olvidó que el contexto, sí mata.

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