AMLO: PERDÓN Y OLVIDO

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Por estos días se monta una función (están todos invitados)  en la época de la Cuarta Transformación en relación a una posible investigación que tiene como  sujetos  centrales a cinco de nuestros expresidentes, para lo cual se hará una encuesta nacional a fin de realizarla. Se trata de averiguar el ánimo de los mexicanos frente a los requerimientos de justicia que se evidencian repetidamente en forma   rabiosa a la mínima oportunidad que se presenta.

¿A dónde nos llevará ese trámite?  ¿Será inútil o provechoso? Las preguntas son porque casi al final de la campaña y luego ya como presidente, López Obrador se pronunció por un perdón y olvido a los malandrines, mandando un mensaje en pro de la estabilidad por sobre el de la división.  Dijo también  en alguna ocasión que no ajustarían las cárceles para encerrar a los que se enriquecieron en forma escandalosa a su paso por los cargos públicos en el pasado reciente, dando así respuesta al clamor nacional.

 Seguro que Amlo averiguó antecedentes en otros países acerca de ese tipo de políticas “olvidadizas”, y pudo así analizar la realidad  y los efectos que se lograrían con una acción de limpieza de las instituciones que incluyera la estancia de altos políticos en la cárcel. Debió medirle el agua a los camotes, como decimos los mexicanos cuando adoptamos medidas preventivas sobre alguna acción particular.

Me adelanto a la presunta encuesta nacional y casi aseguro que los mexicanos propondrán algún castigo a los expresidentes a fin de que quede un antecedente de la 4T, aunque no deje satisfechos a todos. Será como un coscorrón a un niño que no hizo la tarea. Pero Amlo quiere pasar a la historia como aquel presidente que oyó los reclamos de justicia y no le tembló la mano para aplicar la ley a antecesores. Veremos.

Es que, como dijo Amlo, el poder  abusó hasta el cansancio en esos 30 años de liberalismo rapaz que prohijó una clase empresarial muy adinerada, que significó la pérdida de activos como Telmex y el debilitamiento de la CFE.  Clase política y clase empresarial fueron una misma cosa.  O lo que es lo mismo: se usó el gobierno para empobrecer más al país, derivándose la riqueza hacia los grupos poderosos. Con el peñismo esto fue el colmo. Sus más cercanos colaboradores junto con él terminaron siendo capitalistas dueños o accionistas de empresas. El último logro del grupo neoliberal: José Antonio Meade, nuevo consejero de HSBC.

Esa corrupción practicada en los gobiernos últimos, ha provocado indignación, impotencia y apatía en el cumplimiento de responsabilidades ciudadanas, por lo que ahora, Amlo abre una ventana donde hay un halo de justicia. Será muy difícil lograrlo  pues el sistema elaboró leyes  que dificultan sancionar a culpables y generalmente los ilícitos  desde el poder no dejan huellas claras al alcance de juzgadores. Pero en el caso de que  estos las descubriesen, ahí está la institución del Amparo, presta para tapar o hacer olvidar cualquier delito y si no fuera preciso y a tiempo su intervención pues entonces ahí está el amigo presidente de turno que se hará de la vista gorda como le hizo EPN con Rosario Robles, Emilio Lozoya., César Duarte  o Karime Macías.

Y me queda claro que López Obrador no meterá a la cárcel a ningún expresidente o alto funcionario del gobierno anterior. No porque no lo desee con el alma, sino porque tiene que flexibilizar sus convicciones respecto a la imparcialidad, acomodándolas a la justicia del perdón a fin de no poner en riesgo la estabilidad, como ya apunté. Pero inevitablemente,  al perdonar y olvidar correrá el riesgo   de pagar un  alto costo político para sí mismo y  de su partido, es decir, que el perdón se tome como una forma más de impunidad o de que prevalezca el imperio de la ley del más fuerte. Ha de saber Amlo  que si ese ajuste de cuentas no es real,  ofenderá nuevamente  a las víctimas, esto es a la mayoría de mexicanos. 

La lucha contra la corrupción debe ser activa y extensa, tener consecuencias para quien o quienes sean. Nos ha dañado  muchísimo. Hemos perdido la confianza en nuestro sistema político – democrática, los ciudadanos se sienten extraños siendo parte de  él cuando debieran ser el componente esencial de una relación fructífera y ordenada hacia la vida buena.