¡VIVA LA INEPTOCRACIA!

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LECTURAS

Por. Noé Guerra Pimentel

Magistralmente lo definió el filósofo y escritor francés Jean D´Ormesson al hablar de la democracia en el mundo contemporáneo cuando afirmó que: “la ineptocracia es un sistema de gobierno en el que los menos aptos para liderar son elegidos por los menos capaces para producir, y en el que aquellos miembros de la sociedad menos capacitados para sustentarse por sí mismos o de triunfar por sí son recompensados con bienes y servicios procedentes de la riqueza que se le confisca a un número cada vez menor de productores.”

Lo que de un tiempo acá a través de las llamadas redes sociales veladamente se nos exige y hasta con ofensas, es que adoremos, lo que antes había sido disfrazado como zar, rey, monarca, emperador, absolutista, autócrata, cacique o dictador, es la desnuda y retorcida figura sin mente del incompetente humano. Ese es el nuevo ideal, el fin a alcanzar, el objetivo por el que vivir, y todos hemos de ser recompensados de acuerdo a cuánto se acerquen a él. Esta es la era del hombre común, se nos quiere hacer creer, un título al que cualquiera puede aspirar en la medida en que pueda distinguirse por conseguir no conseguir nada: ascenderá a un rango de nobleza por medio del esfuerzo que ha dejado de hacer, será honrado por virtudes que no ha demostrado, y se le pagará por lo que no ha producido.

Si bien no es un mal nuevo, sí es un tema más que nunca actual y lo podemos ver tan solo levantando la vista y ver al lado, atrás o al extremo opuesto y, desde hace unos meses hasta en la máxima magistratura del país, donde como en la mayoría de niveles y ámbitos la constante es la misma, gente encabezando instituciones y administrando los bienes públicos sin tener un ápice de capacidad para hacerlo, sin respeto por las mismas, ni preparación ni experiencia, guiándose por ocurrencias, caprichos o, peor, influenciados por otros con intereses personales ajenos a la administración y la buena gobernanza que actúan sin importarles la ley que juraron cumplir, ni el óptimo desarrollo de las instituciones y, por supuesto, ni el beneficio de la gente a la que ofrecieron servir.

De esta manera un día sí y otro también hemos sido testigos no solo de vergonzosas escenas como las de Hilario Ramírez, el Layín, el singular munícipe nayarita de San Blas, que sin decoro ni recato alguno por igual repartía dinero que manoseaba chiquillas en público o las de un alcalde local que de ordinario y con una absoluto desdén a lo que implica su representación, preside las sesiones de cabildo y demás actos oficiales con su peculiar gorra, y el otro, el que a la menor contradicción de sus caprichos, fiel a su estilo, reta a las instituciones al estilo del viejo oeste, violenta la ley y a su antojo pisotea normatividades superiores y omite reglamentos municipales o aquella, la que se deslinda de sus obligaciones y o culpa a sus antecesores, a los otros poderes o denigra y agrede a sus gobernados, quizá entre ellos a quienes la llevaron al lugar que, por su evidente ineptitud y falta de capacidad inmerecidamente ocupa.

Pero la cosa no para ahí, el mal viene de más arriba, ahora, como nunca antes,  tenemos a un presidente de la república que, usualmente desaliñado, investido en una hipócrita humildad con la que afecta la alta investidura que se le dio y ostenta, se presenta solo para soltar ocurrencias, contradicciones, inducir caprichos y buscar aprobaciones a modo para descalificar, negar, sancionar, reclamar a sus adversarios -reales o no-, desconocer, suspender, cancelar, asignar y decretar obras sin análisis ni los indispensables estudios de viabilidad y entregar dinero como si fuera de él sin reglas, sin presupuesto, sin regulaciones, sin límites, solo porque sí, y así fabricando clientelas mientras a ciencia y paciencia con su actuar él y los otros destruyen lo bueno que sí había y que a la vista de todos funcionaba.

Por lo anterior no me queda más que concluir que Cabral* no se equivocaba cuando decía que: “Mi abuela tenía razón y tenía derecho, estuvo casada con un coronel, un hombre realmente valiente que solo temía a los pendejos. Un día le pregunte ¿Por qué? y me dijo: Porque son muchos ¡No hay forma de cubrir semejante frente! y son peligrosos porque al ser mayoría pueden poner hasta un presidente.” *Facundo Cabral (1937-2011).