TONALTEPETL

0

Por: Gustavo L. Solórzano

No desaparece lo que se muere, sino lo que se olvida. Jesús de Nazaret

Una tarde, el Prof. José Luis Magaña Toscano acompañado de algunos compañeros de secundaria, llegó a mi domicilio para solicitar permiso a mi madre con el fin de que yo asistiera a un campamento. Mi madre después de escuchar la petición desconfiada preguntó “y no van a ir jotos”, a lo que un compañero distraído respondió de inmediato, “si señora, vamos a ir seis”. Ante el reproche cargado de risas por la inesperada respuesta, el compañero reaccionó con voz tropellada disculpándose, “perdón señora, creí que preguntó si íbamos a ir otros”. Esa vez fue la primera vez  que dormí fuera de casa sin mi familia, arrullado por el canto de los grillos, un cielo cuajado de estrellas por techo y el calor de la madre tierra como abrigo.

Usted estará de acuerdo conmigo en que como la mía, su mamá es o era la mejor. Me explico, la madre de cada uno de nosotros es la mejor desde nuestra perspectiva personal, sin duda cada persona nos expresamos orgullosos de ellas. Cuando era niño, mi madre me aconsejaba sobre diferentes aspectos de la vida, entre sus comentarios recuerdo que nos señalaba la importancia de servir, de ayudar y ser amables. “ver, oír y callar” era una de sus frases favoritas o aquella de “en boca cerrada no entran moscas”. Así eran los adultos de mi época, les gustaba dar consejos que ellos mismos vivían a diario, “hay que predicar con el ejemplo”, recalcaba mi madre.

Ya lo he comentado de manera reiterada en esta y otras colaboraciones, cualquier adulto tenía la autoridad para llamarnos la atención, de igual forma nosotros teníamos la indicación de atender la observación como si fuera nuestra madre o padre quien la estaba dando. Era sano, benditamente sano porque nos cuidaban entre todos, sin duda eran otros tiempos. Hoy muchos padres no solo se molestan si otro les llama la atención a sus hijos, sino que hasta con los mismos docentes cuando por alguna falta hacen uso sano de su autoridad. Naturalmente esto ha traído como consecuencia muchas situaciones que lamentar. Recuerdo al  maestro Flores con su jalón de diablitos, el maestro Quezada y sus coscorrones con anillo, el maestro Trini con su “pan bimbo con chocolate” la maestra Checa con su regla, etc. Ningún padre se quejaba, reconocían la importancia de trabajar de manera coordinada con los docentes para el logro de una buena educación.

Volver a ver a nuestros maestros de antaño sigue siendo un regalo, verlos con gusto, con respeto, con aprecio y nostalgia por los tiempos vividos. Cada vez que tuve oportunidad regresé a la escuela. Ellos siempre afectuosos como nuestros segundos padres seguían viendo en nosotros al alumno bajo su responsabilidad. Hoy también recuerdo a mi madre, mi maestra, con amor y gratitud por todas sus enseñanzas, por el gran amor que siempre me prodigó, sin reserva, sin medida y sin tiempo.

 

ABUELITAS:

Felizmente agasajadas con una cena de gala, las mamás de la Secretaría de Educación disfrutaron la presentación de la Rondalla Magisterial de la propia institución, dirigida por el Prof.  José Enrique Cortes Gaitán. En honor a las mamás participó también el grupo Ensamble y se llevó a cabo una modelada con prendas de temporada en la que participaron madres trabajadoras. Sin duda fue un festejo digno para las reinas del hogar. Desde estas líneas mi felicitación reiterada para las mamás presentes y una oración para aquellas que desde el cielo velan por nosotros. Es cuánto.