SISTEMA DE PARTIDOS

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Por: Noé Guerra Pimentel

Con orígenes que se remontan al siglo XVII europeo, según lo apunta el politólogo Eduardo Montagut, aun cuando existían “partidos” en el Antiguo Régimen, referidos a facciones de poder en las cortes de las monarquías absolutas, en realidad el inicio de los partidos políticos estaría en los procesos revolucionarios liberales con el precedente del parlamentarismo inglés. Lo que se viene a consolidar a finales del siglo XVIII con la Revolución Francesa y la aparición de los monárquicos constitucionales, los girondinos y los jacobinos, entre otros.

Para trascender las fronteras continentales a finales del siglo XIX a la par de la aparición del sufragio universal (voto libre, secreto y directo), y la llegada de los partidos socialistas, aunado a la democratización de los sistemas liberales, lo que transformó su organización con estructuras burocráticas estables y comités electorales permanentes en los que las agrupaciones primitivas, las socialistas, de este tipo se conformaron con una estructura piramidal, basada en secciones que formarían un primer nivel o base, después, en un segundo piso, las territoriales y, hasta el tercer nivel o cúspide, un presidente y una secretaría general, ambos electos por delegados de los niveles inferiores.

En nuestro país es en el siglo XIX luego de la evolución derivada de los frentes monárquico-virreinal e independentista-insurgente del primer cuarto de siglo, que devino en centralistas y republicanos, cuando a mediados del decimonónico surgen los bandos conservador y liberal protagonistas, primero de la guerra de tres años y más tarde de la cruzada conservadora-monárquica de Habsburgo contra la liberal-republicana juarista que, después de varios levantamientos, asonadas y golpes de estado llevó a Porfirio Díaz al poder y luego de él, en elecciones libres, a su compadre Manuel González, como el primer candidato de un partido político en nuestro país, el Partido Liberal en 1880, el oficial, organismo que se replica en las entidades federativas y que al paso se convierte en el reeleccionista y porfirista, mismo que a la postre viene a chocar, pasadas tres décadas, con el Independiente y los antirreeleccionista y el democrático de Madero.

En nuestro Colima, en mucho reflejo orgánico de la política central, no ha sido diferente; acá fue el joven Esteban García (Riensch Plancarte), un prominente miembro de la oligarquía local emanado de la mescla de intereses, posiciones políticas y negocios familiares de los lugareños con los extranjeros avecindados a mitad del siglo XIX, quien en 1883 se vio favorecido por el naciente Partido Liberal, afín al oficialismo impulsado desde el centro por Porfirio Díaz y su grupo político en ascenso para imponerse a los pocos dispersos juaristo-lerdistas-iglesistas criollos, partido que con sus diferentes representantes, la mayoría fuereños, gobernara hasta el 19 de mayo de 1911, con la licencia al cargo del último gobernante del porfiriato, Enrique O. de la Madrid Brizuela, cuando los “maderistas” tomaron el poder y se convocara a elecciones entre Torresquinteristas y Alamillistas, los primeros identificados con el anterior régimen y los segundos conversos del mismo.

Vinieron los constitucionalistas y los convencionistas del centro y en lo local el Partido Laborista Colimense o PLC, identificado con la oligarquía proclerical y el Partido Independiente de los comerciantes europeos y hacendados vinculados con ellos, hasta que Calles creó el PNR el 4 de marzo de 1929 y al que Cárdenas le cambió las siglas por las del PRM el 30 de marzo de 1938 para inmediatamente después y como franco opositor ver surgir al PAN, el 16 de septiembre de 1939; para encontrarse con el PRI que desde el 18 de enero de 1948, en el periodo alemanista y hasta la fecha, no sin dejar de recordar a los partidos de izquierda de los años 40s, 50s, 60s y 70s, que con diferentes denominaciones figuraron y que hoy ya están desaparecidos, ser el partido político dominante en la gubernatura del Estado, estafeta que aún conserva, más no así en la presidencia de la república y en otras posiciones estatales y federales, incluso locales, que aquí empezó a perder en 1995 frente al PAN y después ante otros partidos como el PRD y, en la última elección también frente a MORENA.

Con ese rico antecedente de más de cuatrocientos años, desde el origen del sistema de partidos y a más de un siglo de su presencia en lo nacional y local, cabría preguntarse si esta figura, la de partidos, ha respondido al anhelo ciudadano de representación y, de ser positivo, si en las actuales circunstancias aún responde a la aspiración de la sociedad actual como la nuestra, que cada vez demanda más de sus representantes en los diferentes ámbitos y niveles de representación política.