SERVIR CON PASIÓN

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TAREA  PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

El papa Francisco reiteró que en América Latina se necesita  ver la política como un servicio, hecha con “pasión”,  e invitó a los fieles católicos laicos a involucrarse en ella y a no ser presas del “clericalismo”, la “politiquería”, “la corrupción” o la “no participación”. Hay que “rehabilitar la dignidad de la política”.

“Es necesario que los laicos católicos no queden indiferentes a la cosa pública, ni replegados dentro de los templos, ni que esperen las directivas y consignas eclesiásticas para luchar por la justicia, por formas de vida más humana para todos”, expresó.

El pontífice sostuvo que la política es servicio, solidaridad y buen uso del poder. “Nadie quiere un poder impotente”, lo opuesto de la “politiquería” que aleja a los pueblos de la real dimensión de la gestión pública y de la participación.

Respecto al clericalismo y la relación con la mala política, el papa Francisco sostuvo: como pastores, nos hace bien preguntarnos cómo estamos estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, y de la verdad y la justicia”, añadió.

Comúnmente, se oye decir: ¡qué cochina es la política!  Pero no es en sí  misma la política la que está hecha un asco, sino que son las personas las que la han enturbiado con sus actos sucios desviados. Difiero de lo dicho por José Antonio Meade en el sentido de que los partidos no son corruptos sino los políticos. Todos observamos cómo estas entidades presionan para llevar a los suyos a los sitios de poder donde se toman decisiones trascendentes, como en un Tribunal Electoral Federal por ejemplo.

Para la iglesia católica  la política es servicio y si no lo es entonces es corrupción.  De acuerdo con esto. La política es una actividad  que implica actos generosos, transformadores, comprometidos con la gente. La buena política plantea el bienestar para  los demás por encima del propio, del que la usa.  La política es donación de sí mismo. El buen político se pone en los zapatos del necesitado, no le quita los zapatos para ponérselos él.

La buena política tiende a proteger a los débiles de los poderosos. Apacentar el rebaño para que este no sea presa fácil de las fieras salvajes, para que la sociedad no sea botín de los agresores.

Porque hay  politiqueros que viven a expensas del pueblo, hacen como que hacen algo pero no hacen nada. Y si mueven un dedo es para obtener un beneficio propio. Son los politiqueros de oficio que no tienen corazón, los  piratas de la política.  Son en todo caso líderes o gobernantes que se apacientan a sí mismos. Van contra el rebaño, al que esquilman y no cuidan.

Nuestro país vive una crisis moral sin parangón en nuestra historia. Se ha reducido a la política como un instrumento para simular un servicio o asegurar enriquecimientos repentinos, inexplicables según eso pero explicables al fin.   El desánimo es total, 80 por ciento de mexicanos no creen en las instituciones, solo se salvan la iglesia, el Ejército y la Marina.

En esta época de campaña electoral, el buen ciudadano tiene que participar activamente, como se lo permita su capacidad de discernimiento. Tiene que hablar, proponer, protestar, gritar, tiene que hacerse oír, así como  lo hace en una caseta de cobro en Cuyutlán por servicios de autopista caros e indebidos o porque el gobierno no transparenta sus actos.

Como dice el papa Francisco, tenemos que ponerle pasión al servicio para que la política sea digna y no refugio de vivales, de gente  sin recato que se dedica a ella por fines particulares.

Si no participamos con “pasión”, no merecemos ni quejarnos cuando las cosas vayan mal. Digamos no a la politiquería de malos mexicanos abusivos y corruptos que, para nuestra  desgracia, son legión. Echémoslos fuera del paraíso presupuestal y de los moches a fuerza de votos. Es hora vital ésta. Es momento de sumar responsabilidades en una sola voluntad. No vacilemos en la elección siguiente. Tenemos que  ser mexicanos dignos, cabales y votar por quien pueda personificar un poder responsable y patriótico.