SACUDIDA EN EL PRI

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Edgar Larios Carrasco presentó su renuncia a la secretaría de Organización del PRI anteayer por padecer “un autoritarismo impregnado de vanidad, cerrazón y soberbia”. Palabras duras estas dirigidas a la mancuerna que representa su mando político y que provienen de un político joven, maduro y que se suponía tenía posibilidades de competir en el siguiente proceso electoral.

Pero ahora otras cuatro renuncias que se suman a la de este ya exfuncionario príista, por los motivos que hayan sido, son la comidilla de los últimos días. ¿Cuántos más se irán en seguida? No se sabe. Que alguien explique lo qué está ocurriendo realmente en el PRI, partido gobernante que debería estar reforzándose para la batalla del 2018, en el que se enfrentará a un partido resuelto como el PAN a arrebatarle la primacía política otra vez aunque hoy luzca dividido. La lucha por el poder unifica a esta formación.

La de Edgar es la quinta renuncia que se presenta a la actual dirigencia priista después de que Vianey Chapula lo hiciera al Comité directivo municipal de Villa de Álvarez, Miguel Chávez Michel al Comité de procesos internos, Rubén Álamo Navarro al comité en Manzanillo y Luis Javier Isordia Álvarez al de Colima.

En su misiva, Edgar lamentó que “el PRI está pagando por el costo del actuar de sus  gobernantes y que por ello se dirige al lado opuesto de sus militantes, hacia la dirección que lo aleja del camino que lo lleve a recuperar la confianza de la sociedad”.

Ah caray, esto sí que deslumbra. Edgar gime que el PRI no cumple con sus postulados de justicia, democracia e igualdad por un lado, y por otro, que ha perdido la confianza de la sociedad y que actuando como lo hace ahora “se aleja del camino” de la recuperación.

Según Edgar, el PRI está más enfocado a defender a los políticos en lugar de estar del lado de la gente, se esfuerza más por lavar la imagen de quienes se sirven del poder y no ser (y no es, debería decir ) un ejemplo de congruencia e integridad”. Expone que su partido está perdiendo la memoria, se aleja de sus bases y sus orígenes, permanece en el olvido de un gobernador que no siente sus colores. Esta dura afirmación podría ser analizada al interior del Pri.

Estos argumentos merecieron la reacción rápida del tricolor diciendo que no hay crisis y que si la hay es en otros partidos y que los dirigentes que se han ido son nada más eso, dirigentes, que los militantes ahí están, prestos a seguir participando sin hacer ruido. En política es importante no minimizar a nadie, es una regla elemental.  

Cierto es que cuando renuncia un dirigente, o 3, 4 o 5, nomás se va él o los demás, pero los militantes y simpatizantes analizan cuáles fueron las razones de renuncia o alejamiento del partido, y además los ciudadanos sin preferencias partidistas registran igualmente ese tipo de experiencias quizás temporalmente negativas y con efectos desconocidos. El PRI, al igual que cualquier otro partido, no está para perder a nadie y sí para dialogar con sus militantes y sanar las heridas a su interior si las hubiere. El político experimentado que es su presidente, Rogelio Rueda, ha de saber qué es lo que anda mal y ha de enfocarse a corregirlo. El ocupa el timón del barco allí y debe ser el primer interesado en llevarlo a buen puerto.

Veremos más adelante cómo pasa este trago amargo el tricolor, (las renuncias de dirigentes) que no deben minusvalorarse porque expresan un sentir que podría derivar hacia esa colectividad política.

Lo que ha de interesarle a este partido es fomentar la unidad y practicar la democracia en sus procesos internos. No hay fórmula mejor para adherir a sus militantes al más caro propósito que es competir y ganar.