¿POR QUÉ EL GOBIERNO ODIA A LAS ESCUELAS NORMALES RURALES?

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Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz*

Las Normales Rurales, concebidas como parte del proyecto revolucionario mexicano “son una de las pocas vías de ascenso social que tienen los jóvenes en el mundo campesino. En ellas se tiene acceso a educación, hospedaje, alimentación y, posteriormente, con suerte, trabajo calificado” (Hernández, 2011, p. 367). Si bien la importancia de estas instituciones es mayúscula, pues a ella acuden precisamente quienes más necesitados están de ejercer la movilidad social que debiera brindar la educación, es evidente que esto no tiene gran valor para las autoridades. En cambio, éstas manifiestan su desprecio hacia las Normales Rurales de muchas maneras, entre las que destacan la disminución del presupuesto para las mismas, acción que se ve reflejada en la escasez de material bibliográfico, el hacinamiento de los estudiantes, las porciones raquíticas de alimentos que se ofrecen en los internados, la reducción de la matrícula y el envejecimiento del mobiliario. En los últimos años, las escuelas normales rurales han sufrido no sólo el abandono del gobierno, sino el desprestigio por parte de un gran sector de la opinión pública.

Las dos figuras más importantes del gobierno federal, el Presidente de la República y el Secretario de Gobernación, tienen  en sus carreras políticas capítulos que han lastimado a la Escuelas Normales Rurales.  En el caso de Enrique Peña Nieto, durante su periodo como gobernador del Estado de México, además de reducir significativamente la matrícula de ingreso de las Escuelas Normales de su entidad, tuvo un conflicto con la Normal Rural de Tenería. Entre los deseos del entonces gobernador destacaban el reducir el número de estudiantes de esa institución, así como el presupuesto que se le asignaba, además de cerrar el internado.  Los alumnos de la normal rural resistieron los actos intimidatorios del gobierno (negociaciones cercadas por granaderos y amenazas de desalojo de la escuela, entre otros) y finalmente no permitieron que el futuro presidente concretara sus intenciones. Por su parte, a Miguel Ángel Osorio Chong, cuando fue gobernador de Hidalgo, le tocó dar el tiro de gracia a una normal rural que había sido poco a poco golpeada y desmantelada: El Mexe; después de años de mermar su matrícula y reducir su presupuesto, la normal rural finalmente fue sentenciada a su desaparición.

De 2000 a 2014, la investigadora Tatiana Coll (2015) ha documentado varios conflictos graves que involucran a las Escuelas Normales Rurales: Ayotzinapa en 2014, Tiripetío, Cherán y Arteaga en 2012, Tenería y Mexe en 2008 y Mactumatzá en 2003. En 2017, ha saltado a la luz pública el conflicto de la Normal Rural de Cañada Honda. En la mayoría de estos episodios, destaca la intención de las autoridades de mermar la matrícula y la infraestructura de las Normales Rurales; asimismo, prevalecen los métodos represores (agresiones físicas, encarcelamientos, desalojos, intimidaciones, etc.) por parte del gobierno para “solucionar” los conflictos. Si bien los estudiantes normalistas han incurrido en acciones radicales para la defensa de sus instituciones y han llegado a afectar a terceros, es alarmante que sólo mediante estos actos el gobierno esté dispuesto a escuchar, negociar y en algunos casos frenar su embestida. Asimismo, es lamentable que la realidad se haya distorsionado tanto que, para gran parte de la opinión pública, sea más grave la toma de un autobús, que la omisión del gobierno por preservar dignamente estas instituciones de vital importancia para los más desfavorecidos.

Las acciones contra las Escuelas Normales Rurales no son recientes, pues datan incluso desde el sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz, cuando se cerraron múltiples planteles de este tipo. Al contemplar los abundantes conflictos, surge entonces la duda de por qué estas escuelas resultan tan incómodas para las autoridades. Una de las primeras razones pudiera ser que las Normales Rurales simbolizan la defensa de la escuela pública. Como muestra, recientemente las normalistas de Cañada Honda no han permitido que el gobierno reduzca la matrícula de ingreso a su institución, dejando así intactas las oportunidades de superación para quienes sólo tiene acceso a las escuelas de gobierno. Además, las Escuelas Normales Rurales, al nutrirse principalmente de alumnos provenientes de los estratos sociales más bajos, no encajan en un sistema educativo que tiende a favorecer la inequidad y a acrecentar las diferencias sociales, negando oportunidades de superación precisamente a quienes más las requieren.

También es posible entender el desprecio hacia las Escuelas Normales Rurales simplemente al observar el escudo de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE): tres de los cuatro rostros presentes en él son de egresados de este tipo de instituciones. Genaro Vázquez, Lucio Cabañas y Misael Núñez son considerados como pilares del movimiento magisterial de mayor oposición al gobierno en materia educativa. Los ideales de estos personajes han servido de inspiración a los estudiantes normalistas rurales y han sido tomados como referencia para asumir un papel docente que traspasa las aulas y se preocupa por la transformación social. Producto de lo anterior, se ha acusado a las Normales Rurales de ser semillero de guerrilleros, sin embargo, habría que acotar tal aseveración: si bien pudieran mencionarse posturas y acciones radicales, el espíritu de lucha que predomina en estos planteles no es una casualidad, sino que es una muestra de lo que sucede cuando los pobres y oprimidos se iluminan y se organizan.

Sería una ingenuidad entonces pensar que los ataques a las Escuelas Normales Rurales sean motivados para destruir “los nidos de grillos” o sean respuestas justificadas ante acciones radicales de sus integrantes. Sin duda, el fondo del rechazo a estas instituciones va más allá: se trata de combatir la idea de la defensa de la escuela pública, de borrar el principio de la equidad que debe estar presente en cualquier hecho educativo, de criminalizar a quienes no comparten la visión tecnócrata y mercantil que prevalece en las orientaciones educativas actuales y de eliminar las escuelas afines a los grupos de oposición más férreos a las políticas gubernamentales. Por eso, es digno de celebrarse que jóvenes normalistas, como las de Cañada Honda, hayan demostrado tenacidad y valentía para evitar que las autoridades asestaran un duro golpe a la educación pública y a las aspiraciones de las generaciones venideras de los más desfavorecidos.

*Docente colimense de Educación Primaria (Esc. Prim. Distribuidores Nissan No. 61 T.V.) y de Educación Superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.

Twitter: @proferoger85

REFERENCIAS

COLL, Tatiana. Las Normales Rurales: noventa años de lucha y resistencia. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2015. Disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/325/32533819012.pdf

HERNÁNDEZ, Luis. Cero en conducta. Crónica de la resistencia magisterial. México: Brigada para leer en libertad, 2011. Disponible en: http://brigadaparaleerenlibertad.com/programas/cero-en-conducta/