MÉXICO DESUNIDO

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

Cuando las situaciones se complican en los diferentes ámbitos de la sociedad, surge la noción de unidad, mediante la cual se convoca o se trata de convencer a asumir determinadas conductas para superar   problemas. Es el asidero cuando las cosas no van bien.

Se lanzan proclamas que a pocos convencen no obstante la urgencia de presentar posiciones de fuerza frente a las adversidades, como la que encarna el magnate Donald Trump, que a tiro por viaje lanza invectivas que ya hacen dudar a sus propios correligionarios de que esté normal en sus facultades mentales.

El fracaso de la marcha del domingo pasado nos mostró a un país desunido, desganado, dividido por intereses políticos y desencuentros  grilleros entre personajes que debieran ser más tolerantes para ponerse de acuerdo y organizar correctamente la resistencia frente a la amenaza trumpista.   Como bien se apreció, México no demostró unidad porque la gente pensó mayoritariamente que marchar, que “vibrar”, significaba de hecho un apoyo al presidente Peña Nieto.

El gobierno ha convocado reiteradamente  a la unidad para fortalecerse en las negociaciones que vienen. No nos cae nada mal presentarnos en mayo próximo,  como una nación dispuesta a  negociar en términos igualitarios y a ganar como los otros dos socios.  En otras partes del mundo, también se habla  de la necesaria unidad como la única vía de apaciguar situaciones que están generando una inconformidad mundial hacia el gobierno de  aquel país poderoso. Quién sabe qué veremos más adelante pues ya se está formando un movimiento para exigirle la renuncia a Trump o al menos se apuesta ya a que quizás no termine su mandato. Cualquiera salida de estas dos nos vendría de perlas.

Frente a estos tiempos difíciles, es preciso  hacer  un profundo examen de conciencia en primer término. En cualquier sociedad, la división es uno de los rezagos más graves, porque  separa temporal o definitivamente las relaciones humanas o entre instituciones y gobiernos y genera perjuicios que se convierten en obstáculos.

Esa división puede tornarse en algo muy grave en los ámbitos escolares, en los distintos niveles de gobierno, en las  parroquias o en asociaciones de la más diversa índole, porque es obra de los partidarios del mal que con frecuencia ganan. Cuando triunfa la desunión, todos perdemos, solo ganan los que en el maremágnum   apuestan al desorden para ver qué pescan. El que pesca más a gusto hoy es Andrés Manuel López Obrador, favorecido por la inconformidad  creciente hacia el régimen actual.

A los mexicanos, como bien lo dice Zuckerman ayer en Excélsior, les irritan, y con razón, los escándalos de corrupción de Peña, de la gente cercana a él y de gobernadores de su partido que rompieron los récords de enriquecimiento ilícito. Les enfurecen la impunidad, el dispendio de recursos públicos y los abusos de poder. Les enfadan la falta de crecimiento económico y el incremento de precios de productos básicos. Realidad nacional en  pocas palabras.

En esta hora crítica, tenemos que trabajar por la unidad alimentada por nuestras expresiones pero también con cambios de conducta que hagan posible una transformación radical en nuestro modo de vivir. Unidos, pocos pueden hacer algo contra nosotros. Desunidos, cualquier esquizofrénico puede afectarnos. Nadie se quede indiferente.

La unidad es básica  para la vida en paz. Cuando se pierde de vista por intereses malsanos,  esa aspiración es inalcanzable. Hemos de dejar de pensar en nosotros mismos y centrarnos en el bien común, dejar a un lado los recelos. Así, en comunión, las cosas que parecen imposibles, ocurrirán. Si los partidos acostumbran leer, que lean.

Vamos calándole, como dice el pueblo. Si esa unidad malograda puede lograrse manifestando lo que pensamos,  lo que creemos, pues vamos a una marcha y a otra y a otra, expresemos nuestras ideas, nuestros rechazos a los que nos hacen daño. Ya reaccionarán, ya rectificarán  y dejarán de hacer el mal.