Metamorfosis

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Christian Martinoli

La cortina gris de lluvia que nublaba la distancia parecía una muestra inequívoca de que algo iba a pasar. No sabíamos si bueno o malo, pero bajo tremendo aguacero algo debía suceder; porque los juegos con agua siempre tienen historias que contar.

México llegó a Natal con muy pocos pergaminos, es cierto que el último amistoso contra Portugal fue un examen aprobado, más allá del resultado negativo; no obstante días antes del choque en Boston, las dudas frente a Bosnia habían encendido la alerta de que se necesitaba mejorar y mucho para tratar de ilusionarse un poco durante la Copa en Brasil.

Llegó el primer juego ante Camerún, vital, sumar o morir; y mucho más luego de saber el resultado de Brasil y de observar el arbitraje que favoreció al local.

La cosa venía complicada, dudas generalizadas únicamente respaldadas por unos cuantos minutos decentes en los Estados Unidos, un buen ambiente interno y sobre todo, un amor incondicional de la grada.

El partido lo tomó el cuadro del Piojo desde el inicio con un Giovani dos Santos, que de arranque vivía repleto de incógnitas; al principio no formó parte de la construcción del juego, pero encontró dos veces la portería; sin embargo, Clavijo, un asistente disfrazado de bandolero, levantó dos veces su pistola y mató los goles mexicanos.

Los africanos fueron una banda de forajidos buscando justicia. Desorganizados, anárquicos, rebeldes, malos unos, más malos otros y comandados por un genio en horas bajas como Eto’o y un defensa digno como N’Koulou.

Lo demás fue un desastre y desde el inicio nunca pudieron responder a los arranques verdes por los costados, más vehementes por izquierda que por la banda derecha.

Los árbitros le quitaron los goles a México pero nunca le arrancaron el alma y el volumen. Márquez y Moreno no se hablaron en un centro y cuando se cantaba el gol todo se ahogó.

El segundo tiempo fue lo mismo, Dos Santos habilitó a Oribe y el arquero evitó que se le pasará entre las piernas. Vázquez seguía absorbiendo el mediocampo y Márquez adelantando al equipo.

Oribe empujó un rebote y explotó de júbilo haciéndole justicia a su propia historia; un cuento de hadas que hace cinco años era una película de terror. La estoica multitud que soportó una catarata de lluvia gritó el gol de Peralta al cubo por aquellos dos despojos colombianos contra Giovani dos Santos.

Pero no todo podía ser dorado. Hernández asistió a Fabián, pero fue anticipado en el área mientras que la bola que le pusieron al propio Chícharo no la pudo clavar, demostrando que sigue incierto en lo que antes dominaba, los últimos 15 metros del terreno.

Ochoa sólo tuvo una y supo lucirse para volar en una pelota mucho más simbólica que peligrosa. Pero le respondió a Herrera luego de una apuesta polémica y arriesgada.

Como hace mucho tiempo, México no ganaba un partido con tanta autoridad de juego y desarrollo en la cancha ahora lo consiguió sin que el marcador fuera justo porque los réferis se lo negaron. Esos mismos que en Fortaleza contra el anfitrión quizá nuevamente pongan a prueba el carácter del equipo azteca, ese mismo que en Natal fue indestructible.