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CORRELACIÓN DE FUERZAS 

Por: Noé Guerra Pimentel

Desde la asunción de Nacho Peralta a la gubernatura estatal, de la que este sábado se cumplirá su primer año, de manera sostenida quizá como contrapeso ante el inesperado e inédito mapa político que en su contra, gracias a las inconfesables alianzas que para beneficio propio fue tejiendo su antecesor sexenal en la máxima magistratura y que se vino definiendo desde hace más de año y medio con el, para muchos, sorpresivo triunfo del PAN en la mayoría de las posiciones locales para alcaldías y el legislativo, coincidente y paulatinamente se han venido efectuando los necesarios y en varios casos obligados cambios en los diferentes ejes del poder político de Colima, lo que ha redundado en un mayor equilibrio político que, de continuar, puede resultar benéfico para Colima.

Relevos que si vemos han ocurrido en orden de prioridades, así, pudimos constatar la urgente reorganización del legislativo, entidad que por su naturaleza es garante y fortín de la gobernabilidad, por lo que era inadmisible que estuviera sujeta a caprichos partidistas o de un sujeto y que luego de las burdas intentonas desestabilizadoras de la ya erradicada artificial mayoría que sin decoro había violado, sometido y abusado de la ley desde el Congreso, intentando plegar, arrodillar y avasallar al resto de poderes del Estado, buscando de fondo socavar al Ejecutivo, incluso tratando de afectar estatus de poder periféricos como el que dada su influencia representa la Universidad de Colima a la que a trasmano, como fue evidente, en un lapso de menos de diez meses con recursos legaloides intentaron trastocar en su autonomía.

Nada lograron ¡Y qué bueno! de otra manera y ténganlo por seguro, Colima estaría en peores condiciones de las que lo habían dejado en los rubros de seguridad, economía, sociedad y demás. Favorablemente los caprichos, chantajes, amenazas y hasta extorsiones políticas y de cooptación de oportunistas emprendidas por el infausto excandidato del PAN a la gubernatura no tuvieron efecto, fracasaron, cayeron por su propio peso y por lógica sus seguidores quedaron donde les correspondía, luego de que al interior del legislativo las marrullerías y agandalles del aludido Senador plurinominal, motivaron el desacuerdo y posterior salida de los diputados externos de la fracción panista, lo que de golpe le quitó la mayoría derivando en el reacomodo de fuerzas y, consecuentemente, en una integración diferente, ya sin radicalismos o el choque que desde antes de tomar protesta, traicionando principios y discurso, mal aconsejada había prohijado la otrora mayoría blanquiazul.

El siguiente, fue el del relevo en el Supremo Tribunal de Justicia, mismo que se consumó sin sobresaltos y en términos de cordialidad en mucho por el respeto interinstitucional y la amistosa afinidad de años que hay entre los actuales titulares de los poderes ejecutivo y judicial desde su época de estudiantes radicados en la ciudad de México, pero sobre todo gracias a la incuestionable y destacada trayectoria profesional del actual magistrado presidente, Bernardo Salazar Santana, quien con otra perspectiva diferente a la de su antecesor ofreció trabajar en una dinámica modernizadora enfocada a disminuir hasta erradicar inercias, con el propósito de que en el mediano plazo se alcance la eficiencia de procesos que de suyo trastocan al menos uno de los principios fundamentales de la impartición de justicia, gestión inaplazable dados los altos niveles de impunidad que más nos agravian como sociedad.

Finalmente fue nuestra máxima casa de estudios la que con la holgada reelección de Eduardo Hernández Nava para un segundo periodo rectoral, acto que secundado por los organismos adherentes de la propia Universidad de Colima, se cerró la pinza en torno al proyecto estabilizador de gobernanza que en el Plan Estatal de Gobierno esbozó el titular del Ejecutivo, mismo que, si somos justos, se ha venido instrumentado en la medida de las posibilidades que dejó una administración recibida en bancarrota y que salvo el interinato de Ramón Pérez Díaz, mostraba los peores índices de desarrollo social, transparencia y nula efectividad en economía, seguridad, salud, educación, etc., por lo que el trabajo del Gobernador apenas empieza y mucho es el que le falta para normalizar el estado de cosas, afán para el que el contexto nacional poco le ha ayudado.

Con una actuación plural y de respeto, de inclusión política y firmeza, sin distingos partidistas en los diez ayuntamientos y el poder legislativo, a unos días de cumplir su primer año de haber rendido protesta ante el pueblo de Colima, José Ignacio Peralta Sánchez, el mandatario estatal, hasta hoy ha prefigurado un estilo personal de gobernar diferente, pragmático, afín a la prudencia y al diálogo, a la eficacia y eficiencia, a los resultados y a la transparencia, sin exhibicionismos ni intereses creados, con una actuación pública sobria, conciliadora, apegada a la legalidad y al acatamiento de la forma política que implica su investidura y representación. Esa es mi opinión, la más importante será la de usted.