La Yerbabuena: tranquilidad y paz en convivencia con el volcán

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*Es como el mar, si no te arrimas no te hace nada, dice doña Sofía Mejía, que ha vivido 81 años al lado del coloso *Aquí quedan pocos; quienes tuvieron pantalones para quedarse, señala otra habitante de la comunidad

Carlos García Lemus|COLIMANOTICIAS

La Yerbabuena.- Aquí el tiempo parece detenerse, el verde que envuelve a esta comunidad produce una tranquilidad inigualable, indescriptible. Quizás por eso quienes aún habitan en la Yerbabuena, se niegan a salir para ser reubicados en espacios mucho más pequeños, mucho menos tranquilos, mucho más incómodos.

Es por eso que tampoco parece importarles que científicos o autoridades de Protección Civil les adviertan una y otra vez sobre el riesgo de estar en una zona de alto riesgo volcánico, a escasos 8 kilómetros del Volcán de Fuego de Colima.
Mucho menos les preocupa que el pasado 21 de noviembre el volcán haya registrado un evento explosivo que provocó la aparición de una fumarola que alcanzó los 5 kilómetros de altura sobre la cima del volcán.
Aseguran que ellos conocen mejor que nadie el comportamiento del coloso, algunos han tenido el privilegio de vivir a su lado durante toda su vida, como Doña Sofía Mejía, quien a sus 81 años de edad, dice que “es una tranquilidad maravillosa”, el haber permanecido en La Yerbabuena, a pesar de que hace trece años la querían desalojar, como hicieron con otros de la comunidad que sí aceptaron, lo que ha generado que muchas viviendas estén abandonadas.
Sofía Mejía nació en el rancho El Jabalí, de ahí se fue a El Organito y después llegó a La Yerbabuena. “Toda mi vida aquí he estado, tengo 81 años”, apuntó.
De buen humor y amable, doña Sofía recuerda que apenas hace ocho días el volcán hecho “unos pujidos”.
-Y sonó muy fuerte el tronido del volcán, según nos han comentado – le señalamos.
-Según el miedo- respondió entre sonrisas.
-¿Y usted le tiene miedo?
-No, por qué le voy a tener miedo, si no nos ha hecho nada en tanto tiempo.
Narra que hace trece años, cuando sacaron a la gente a ella también querían sacarla, pero “yo no me quise salir y tuve unos disgustos con Melchor Ursúa, porque yo tenía mis gallinas, mis puercos y mis chivos y yo no quería dejarlos solos, pero no nos dejaban pasar por la carretera, pero como yo ya se todas las veredas, me metí por otro lado a darles de comer a mis animales. Así le estuve batallando con los soldados que no nos querían dejar pasar”.
Ella confirma que son pocos los que quedan en La Yerbabuena. De hecho, los mismos entrevistados no pudieron señalar cuántas personas quedan en esta comunidad, aunque coinciden que el número oscila entre los 20 y 40 habitantes y aseguran que también hay gente que ha estado comprando terrenos en la zona. “Está viniéndose mucha gente ya y están haciendo cabañas”, comentó doña Sofía.
Mencionó que es frecuente escuchar y ver como el volcán arroja piedras, sobre todo en la noche que avienta rocas y lumbre.
Sin embargo, indicó que así como para los habitantes de La Yerbabuena es común la actividad volcánica, no lo es para quienes acuden por alguna razón a ella. “El otro día andaban cortando unos palos aquí de la línea de la luz y los trabajadores nomás oyeron el tronido y arrancaron carrera y dejaron todo. Se asustaron”, señala y vuelve a reír, esta vez con más ganas.
Sobre cómo describiría al Volcán de Fuego y la relación que ella ha tenido con él durante 81 años, doña Sofía insiste en que no le tiene desconfianza.
-Yo lo veo normalmente, como que vayas al mar y lo veas, ¿qué te hace el mar?, si no te le arrimas, no te hace nada.
-Pero aquí si estamos algo arrimados al volcán doña Sofía.
-Pues no tanto, porque yo he ido hasta el Mezcal Blanco y se ve casi de frente, pero está lejos y no hace nada.
-¿Y si algún día truena muy fuerte.
-A pues si entonces ya lo vemos muy fuerte que lleguen las pedradas hasta aquí, entonces sí, vámonos. Si hay tiempo, y si no hay tiempo, pues hasta aquí llegó Sofía Mejía.

QUEDAN POCOS; SON LOS QUE TUVIERON SUFICIENTES PANTALONES PARA QUEDARSE

Olga Cuellar lleva 35 años viviendo en La Yerbabuena y al igual que doña Sofía, dice no desconfiar del volcán.
Sobre la explosión del viernes 21 de noviembre, dijo que fue como un trueno fuerte, pero es común que se escuche ruido de rocas que arroja el coloso. “Nomás truena y uno ve en la noche las rocas que bajan y el fuego, pero yo vivo a gusto, sin miedo ni nada, siempre lo he escuchado así”.
Recuerda que hace trece años los evacuaron y llevaron a un albergue en Comala, pero en seguida regresó a su casa y no aceptó ser removida. “Quedan pocos, son los que tuvieron suficientes pantalones para quedarse”, asentó.

Manuel Cuellar Méndez, de 60 años de edad, vive en La Yerbabuena desde que tenía 25 años. “Cada ratito está echando fumarolas, pero la semana pasada tronó bonito, aunque no hay temor”.
Dijo que a su familia le dieron una casa alejada, por el peligro del volcán, pero él se quedó en La Yerbabuena.
Coincide con doña Sofía en que “se está viniendo más gente, están comprando ranchos por dondequiera. Yo pienso que casi no hay riesgo con el volcán, porque si empieza a hacer erupción más pesadita, pues se va uno retirando”.
Mencionó que aquí es común ver fumarolas bonitas y escuchar las piedras que bajan rodando.
Por su parte, Samuel Ramírez Magaña comenta que la explosión de la semana pasada “sonó chulada, como un rayo, pero fuerte y luego se cimbró la tierra y luego se ve la lumbre y toda la cosa”.
Lo que nos ayuda es la costumbre -explica- pero la persona que viene de afuera escucha eso y le dan ganas de irse para abajo. Yo tengo apenas un año viviendo aquí, soy de Jalisco, rumbo a San José del Carmen, por lo que estoy algo acostumbrado, pero ya aquí también me estoy acostumbrando.
Así es como los habitantes de esta comunidad han aprendido a convivir con el volcán de fuego y se mantienen aquí, a pesar del riesgo que esto implica.
Al terminar las entrevistas, la noche nos alcanzó y, efectivamente, como los lugareños mencionaron, pudimos observar que el volcán lanzaba rocas incandescentes, un espectáculo común en La Yerbabuena, pero impresionante para quienes no vivimos ahí. Es algo que sólo aquí se puede apreciar.
-Y apenas está empezando, quédense un rato más; como a las once de la noche empieza a aventar bonito –concluyó con alegría y amabilidad doña Sofía, con quien dejamos el compromiso de regresar una de estas noches, pero para pernoctar y disfrutar de la magnificencia de la naturaleza.