LA VEJEZ ¿QUIÉN NOS CUIDARÁ?

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

No descubro nada nuevo  si digo que la sociedad mexicana está envejeciendo a pasos veloces y que cada vez nos aproximamos a una densidad de población determinada por jóvenes.  Es decir, los sesentones vamos con una gran velocidad hacia el  final de nuestra vida  tras un largo peregrinar, pero no se espante nadie, la realidad  es que vamos hacia los brazos de nuestro Padre Dios, ahí donde todos los creyentes y aún los no convencidos de su existencia podrían también estar a pesar de no desearlo; es menester por ello, como dice la iglesia católica,  presentarnos de la mejor forma posible: con una maleta cargada de obras buenas.

Uno de los problemas  agobiantes en estos tiempos es quién se hace y se hará cargo  de los adultos mayores cuando ya no puedan valerse por sí mismos. Hay demasiada confianza en que los hijos, los familiares cercanos y los amigos  apoyarán la causa de los viejos cuando requieran cuidados y solo hay un reducido 35 por ciento, según una encuesta reciente, que trabaja hoy para costearse su vejez y sus necesidades. 

Actualmente, los viejos más afortunados son arreglados en sus casas en una atmósfera de cariño, que a todo dar,  otros son recluidos en lugares públicos en donde pueden pagar su estancia, pero muchos  son abandonados a su suerte y están en el olvido. Si el adulto mayor no tiene recursos, aunque tenga una familia numerosa, corre el riesgo de ser relegado por todos y con más razón si en su vida tuvo etapas de debilidad en el cumplimiento de deberes con la familia o si la abandonó y   se perdió por los caminos del vicio. Bueno, eso ocurre si no tiene bienes. 

Dadas esas circunstancias, el adulto que pueda vaya haciendo su guardadito y portándose bien. La vida debe ser muy dura en la soledad, el silencio y el olvido. Es muy triste saber que probablemente  a nadie importe nuestro destino y que llegará el final sin tener cerca una mano amiga a la cual tomar. El que tenga un buen amigo que lo cuide, y el que tenga una familia unida en el amor pues felicidades y que la conserve en buenos términos y por toda la vida.

Tiene que hacerse un esfuerzo personal  constante  para que esa atención que se requiere en la vida muy adulta, sea factible. No dije segura, sino posible. Lo seguro es la muerte, nomás.  Y no se espere nada del gobierno, que puede dar algo pero no todo y en forma no permanente.

Porque los gobiernos suelen olvidarse en sus  planeaciones de las familias  y los ancianos, se ocupan más en los números de la macro economía.  Se olvidan de los pobres, regularmente, a los que   suelen buscar   en elecciones, exceptuando a los que reciben apoyo del Lópezobradorismo.  Hasta los partidos,  indiferentes acerca de todo cuando no hay elecciones,  sacan a votar a los viejos, ya cansados, y discapacitados.  No se miden.   Sepa usted además que, por problemas presupuestales y mala planeación educativa, sólo existe un geriatra para 40 mil personas, lo cual complica la atención de calidad hacia los adultos mayores, principalmente de los que  padecen enfermedades crónico-degenerativas relacionadas con la edad. Los adultos mayores  mueren  por padecimientos del corazón, diabetes y  cáncer, mayormente. Tenemos que cuidarnos mucho.

Al gobierno le corresponde, para evitar la saturación de sus hospitales y clínicas, promover hábitos para la prevención o control de enfermedades más comunes en la vejez como infarto, diabetes, hipertensión, obesidad, osteoartritis y enfermedades siquiátricas como demencia, Alzheimer y depresión, padecimiento que se presenta en una cuarta parte de los adultos mayores. Y a estos, ser conscientes de su salud.

Pero cuenta sobre todo  el cuidado personal de la salud. Cada persona en la vejez debe ayudarse a sí misma, y sobre todo ser consciente de que  cada comportamiento anormal supone riesgo en su bienestar que puede terminar con la vida. Prestemos los oídos a las recomendaciones oficiales  en medios informativos y a nuestros médicos.  Tenemos que ser obedientes con los que si saben y con los que nos cuidarán en un momento dado.

Por último, en los hogares, toca a los que están sanos atender lo mejor posible a sus ancianos, sin olvidarse que un día ellos mismos vivirán esa etapa.