La Panga

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La Seguridad en los Planteles es Primero

Por: Mayahuel Hurtado Ortiz

18 de enero a las 8 de la mañana con 50 minutos y 54 segundos, un video reflejaba al interior del aula, la maestra estaba de pie explicando a sus alumnos, quienes estaban agrupados en equipos de seis integrantes en diferentes puntos del grupo. Uno de ellos se desplazaba a medio pasillo y de todos, existe uno que está completamente aislado del resto de sus compañeros. No hay visible agresión verbal o física, al alumno que se encuentra separado del resto del grupo. Todos platican los contenidos de la clase, algunos escriben y otros más voltean a ver a la profesora. No pareciera el escenario de un homicidio.

Un alumno se acerca al que se aisló del resto, comparten un par de palabras y han transcurrido siete segundos en donde todos trabajan, la maestra comienza a recoger los trabajos y han transcurrido 18 segundos desde el inicio de esta historia, cuando de manera intempestiva, dos segundos después, el alumno saca de su mochila una arma de fuego y apunta directamente a la maestra, disparándole en una ocasión, la profesora cae sobre una de las butacas y sobre uno de los alumnos, que se encontraba en una de las mesas de trabajo. Todo es confusión. Posteriormente se dirige a otro extremo del grupo y amenaza a los compañeros con la pistola, regresa hacia la mesa en donde se encontraba la maestra, la cual yacía en el piso con un balazo en la cabeza, inconsciente. Levanta de nueva cuenta el proyectil y dispara en la cabeza a una de sus compañeras que se encontraba en el área en donde la maestra fue herida.

En el segundo 24 del video, el adolescente sigue levantando su arma tras haber atacado al parecer a otro compañero. Todo es confusión, todo es miedo, el resto del grupo se tapa la cabeza, otros más permanecen bajo las mesas y el agresor amenaza a todos con la pistola, recorriendo el salón de un lugar a otro. Después se cerciora de haber lastimado, quizás a los que tenía planeado hacerlo, luego se dirige al centro del salón en el segundo 31, coloca sobre su cien la pistola para en un intento fallido, suicidarse.

Se percata de que no tiene balas, se dirige hacia su lugar y de su mochila saca municiones y de manera presurosa recarga la pistola, con la frivolidad y rapidez de un homicida profesional. ¿Qué pasaría por su mente?, sólo él lo sabe. Nadie se atrevía a levantarse del lugar, se escucha el sonido de un celular en el segundo número 49, nadie contesta, todos están atemorizados y corren de un extremo a otro del salón. Mientras el agresor coloca el cañón de la pistola dentro de su boca, todos los miran con terror, él todavía voltea a ver a una de sus compañeras, quien traen un moño en su cabeza y la cual se tapa su cara al parecer con una sudadera, aterrada por lo que ha visto, es el segundo número 52.

Corren arriesgándose hacia la puerta, en el segundo 53, quizás llegando al 54, el adolescente que portaba el arma de fuego invadido por la ira termina con su vida. Cae desfallecido y al parecer su muerte es instantánea y su cuerpo queda muy cerca de su lugar de trabajo. Hay un alumno  tirado en el piso que está herido, hay una maestra herida y de manera muy rápida y sincronizada, salen por lo menos diez alumnos corriendo despavoridos hacia la puerta, es el segundo 59, brincando algunos de ellos, el cuerpo de su compañero y el de la maestra que está en el suelo. Todos salen, se atoran algunos en la puerta, porque sienten terror. El teléfono no dejó de sonar y es el minuto uno con 12 segundos cuando la escena del crimen queda totalmente sola.

Un minuto con doce segundos bastó para que un alumno de un colegio en Monterrey hiriera a la maestra, a tres compañeros y se quitara la vida. Los primeros reportes médicos señalaban que el joven presentaba muerte cerebral y poco después murió.

Estos lamentables sucesos deben de encender a nivel nacional un foco de alerta para detectar los niveles de hostilidad en los que en algunos casos los alumnos están sometidos. Y al mismo tiempo, sancionar a quienes cometen indiscriminadamente acoso escolar al interior de un aula. Pareciera que el joven de quien se protege la identidad de acuerdo con la nueva Ley, hubiese querido repetir la masacre de Virgina Tech, ocurrida el 16 de abril del 2007, en donde 33 personas que eran sus compañeros de clases murieron y al final el homicida se suicidara.

Esto me hace recordar algunas intransigencias de los padres de familia al oponerse a la operación mochila, bajo el argumento de que violamos los derechos humanos de los alumnos. México debe despertar, Colima debe estar muy atento a cualquier incidente que se pueda presentar en sus aulas, que por fortuna no ha ocurrido. Las asociaciones de padres de familia de la mano con el personal de los planteles escolares, deben generar acciones que garanticen que todo alumno (a) que ingrese a un plantel educativo no porte ni armas de fuego, ni armas blancas, ni objetos punzocortantes o cualquier artefacto que pueda lastimar a sus compañeros y poner en riesgo la integridad de los educandos, de los educadores y del personal de apoyo en los planteles.

Estamos en unos tiempos en los que pecar de desconfiado puede salvar vidas. Quizás el video de Monterrey que dura un minuto y doce segundos pueda ser olvidado como aquélla masacre de Virginia. Esto si no se reacciona y se generan las condiciones para diseñar nuevos protocolos de seguridad en escuelas públicas, pero más acentuadamente, en escuelas privadas, considerando el ejemplo del caso de Monterrey,  en donde los alumnos tienen un nivel socioeconómico de vida que les permite traer en su cartera, en ocasiones, más dinero que el propio maestro. Hay que estar alertas a los comportamientos de todos los adolescentes y sobre todo, estar pendientes de con quién se juntan, qué programas ven y cuáles son los videojuegos en los que invierten la mayor parte del tiempo en que no están en clases.