INTEGRACIÓN HUMANA

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

El aislamiento social se está convirtiendo en una epidemia: cada vez se reconocen más sus nefastas consecuencias a nivel físico, mental y emocional.  Hoy, cerca de un tercio de los humanos mayores de 65 años viven solos, así como la mitad de aquellos mayores de 85. Es más probable que las personas con problemas de salud (en especial aquellos con trastornos de ansiedad y depresión) se sientan solos.

Investigaciones nuevas sugieren que estar socialmente aislados es malo para todos. “Las personas con menos conexiones sociales presentan patrones de sueño discontinuos, alteraciones del sistema inmunitario, más inflamación y niveles más altos de las hormonas relacionadas con el estrés. Estudios recientes revelaron que el aislamiento aumenta el riesgo de cardiopatías en un 29 por ciento y de infarto en un 32 por ciento”.

La evidencia del aislamiento social es clara. Qué hacer al respecto no lo es tanto. La soledad es un problema en especial tramposo porque aceptar y hablar de nuestra soledad conlleva una profunda estigmatización. Va en contra del instinto básico de mantener nuestra reputación, y hace que pedir ayuda sea difícil.

Pero si agudizamos la pupila, ubicaremos fácilmente cuando una persona vive en medio de la tristeza por un sin fin de razones. Hay muchas familias en donde se olvidó a los mayores. Si no tienen estos qué heredar, son considerados un estorbo. Entre más pronto se mueran, dirán los que no tienen amor en el corazón, mejor. Pero con indiferencia serán tratados también los hijos o demás familiares cercanos que ignoren a sus padres, o peor quizás.

Según los expertos, los vecindarios y las comunidades deberían cuidar a esos adultos mayores y tomar medidas para reducir su aislamiento social. Asegurarse de que cuentan con fácil acceso al transporte a través de pases de descuento para autobuses o servicios especiales de transporte que puede ayudarlos a mantenerse socialmente conectados y hasta cuidar que no se conculquen sus derechos a una vida decorosa. Los viejos deberían tener además servicios médicos garantizados, no solo tratamientos para algunas enfermedades, como dispone el seguro popular mexicano. Pero la medicina más eficaz para un adulto mayor, será el amor con que puedan ser tratados. El amor resuelve todas las penas, nada le puede faltar a uno si lo tiene.

Una gran paradoja de nuestra era digital es que, al parecer, nos estamos alejando unos de otros. Sin embargo, las investigaciones confirman nuestra más profunda intuición: la conexión humana está en el centro del bienestar humano. Depende de todos nosotros actuar, mantener los vínculos ahí donde se están desdibujando, y crear nuevos donde nunca han existido. Hay muchos que critican la red facebook, pero sí facilita y promueve las relaciones humanas como se ha visto después de los dos sismos recientes.

No debemos permitir que las personas apartadas por cualquier circunstancia renuncien a una vida activa pudiendo tenerla. La sociedad de hoy parece penalizar la vejez haciendo a un lado a quienes supuestamente ya no cuentan en la estructura productiva, pero esto es evidentemente un error. Donde hay un hálito de vida, hay opción de servir todavía. Démosle a los viejos el lugar que les corresponde y recojamos de ellos lo valioso que han aportado. Y recordemos que son tan importantes como cualquier joven o niño por el hecho nada más de ser hijos de Dios, la mayor gloria posible que uno tiene.