INSULTAR ES FRACASAR

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

El Papa Francisco ha dicho que el insulto es un recurso ‘homicida’, pues intenta cancelar la voz del prójimo, asesinarla. Como miembros de una sociedad polarizada, seguramente la mayoría contamos con un catálogo de insultos para quienes tienen opiniones enfrentadas a las nuestras; pero esas diatribas no terminan en sí mismas, sino que dan pie a otras que al igual pretenden aniquilar el derecho de la persona a ser ‘respetable’.

Efectivamente, insultar a otros en la vida ordinaria se ha vuelto costumbre.   No lo hagamos más,  es un mal del espíritu. Es una forma de desahogo egoísta que busca afirmar la preponderancia de unos sobre otros, como un decir “no te metas conmigo porque entonces verás, yo tengo el poder y  la fuerza, soy superior a ti”. Tras el insulto, puede sobrevenir otro tipo de conductas que conlleven más violencia, y entonces hay que atajar toda descompostura del carácter  para no tener que lamentar consecuencias posteriores. Para no insultar, hay que ser primeramente humildes y trabajar la paz en el corazón, cualidad que no tienen las muchedumbres enardecidas que hasta queman vivos a sus semejantes.

Insultar es  una exageración de la conducta, la pura desesperación ante la ausencia de inteligencia para sustentar una razón o una actitud en forma coherente.  El espacio más usado para el desahogo malsano  es ese maravilloso invento –  redes sociales – en donde se juzga con facilidad extrema, se insulta sin motivo  y se da por hecho lo que no ha ocurrido ni ocurrirá.  Pero hay un espacio nuevo ( giras  presidenciales) en el que se desprecia a gobernantes ante el deleite de un público feliz  de manifestar su rechazo. Cierto, algunos se lo merecen por sus actos bochornosos, pero pienso que rendir pleitesía al insulto fácil es fracasar como conglomerado humano.

Apenas anunciados los primeros cambios  en los distintos niveles del gobierno mexicano, los halagos y las críticas no se hicieron esperar en los diferentes medios de comunicación: lo que políticamente  pareció bien a algunos, ha sido visto de manera distinta por otros. Si un político dialoga hoy o condesciende con otro que fue su rival, pronto salen a relucir los insultos, las feas maneras para decir que no se está de acuerdo en que se subsanen las  divergencias anteriores.

En las giras del presidente, reitero, se hostiga supuestamente bajo consigna a gobernadores para aparentar luego un salvamento presidencial, cuyo actor principal recomienda a todos portarse bien. Es leña a la hoguera eso, división pura. Situarse por encima de otros.  No se critican las ideas sino se descalifica de antemano al que las emite.   ¿Será posible avanzar juntos en la solución de problemas que han mantenido a la sociedad dividida por años o por décadas? ¿Será posible transitar de una sociedad dividida y emanando la  pus de la discordia por todos sus poros hacia otra donde prevalezca el amor por el prójimo, la confianza, la tolerancia y el respeto por las ideas ajenas  ? Ganamos algo promoviendo el todos contra todos?

Que cesen los insultos y  venga la armonía, tan cara de obtener en estos tiempos.  Respétese al presidente y también a los gobernadores, claro que sí.  No asesinemos moralmente a nadie con nuestra lengua, los insultos jamás se olvidan, constituyen heridas a veces incurables. Escojamos  una vida de paz, de respeto a la dignidad de cada quien. Un México nuevo, con justicia, no puede construirse bajo la norma de la descalificación mutua y la siembra de odios. 

Renovémonos y contribuyamos a una vida  dignificante, hagamos causa común con aquellos que procuran el bien; todos podemos dar algo   a favor de hacer respetable nuestra convivencia. No han de tener cabida los insultos que no dañan a quien los recibe sino que mantienen enfermo a quien los  proclama y lo hacen merecedor a una limpieza del corazón. Desterremos la diatriba, en el día a día hay que dar gracias a Dios por la vida,  por la familia que nos arropa  y por el lugar privilegiado en que vivimos. Insultar, si,  es un recurso homicida ( Papa Francisco).