¿ERES PADRE BUENO O BUEN PADRE?

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TAREA PÚBLICA

Por: Carlos Orozco Galeana

A raíz de la violencia imparable en Colima, se escucha decir en algunos ambientes que es la familia desde donde se genera todo lo bueno o lo malo de las sociedades y que por ello los gobiernos deben instaurar políticas públicas de promoción y apoyo para su desarrollo. Se recomienda también que los padres de familia se responsabilicen del proceder de sus hijos y no sean tan comodinos.

Se viven hoy procesos de descomposición porque los valores religiosos y morales están en crisis desde hace décadas. Numerosas estructuras sociales no funcionan, muchas personas no tienen proyecto de vida y llevan una vida con incertidumbre y sin compromisos para sí mismas y respecto a sus comunidades.

Me queda claro que como padres de familia debemos contribuir a que nuestras colectividades superen la convulsión y el desorden en que están inmersas. Si cada papá y mamá hace lo indicado, poco a poco irá surgiendo el futuro luminoso para nuestras familias. Pero esto no es cosa fácil.

Diría entonces que no debemos convertirnos en padres buenos, que los hay por montones, y claro, en una proporción superior, desobligados e inconscientes de sus obligaciones. “El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no; el padre bueno solo sabe decir que sí. Y en tanto el buen padre echa a volar la fantasía de sus hijos dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas, el padre bueno amanteca la voluntad de sus hijos ahorrándole esfuerzos y responsabilidades”.

Más aún, se dice razonadamente que el buen padre templa el carácter del hijo y lo guía por el camino del deber y del trabajo, en tanto que el padre bueno, por falta de carácter y tino, llega a la vejez decepcionado y arrepentido tardíamente, mientras el buen padre crece en años respetado, querido, y a la larga, comprendido.

Esta reflexión anterior, inscrita en los servicios de Aciprensa, agencia informativa vaticanista, es válida porque sirve para apreciar cuál es el papel que estamos jugando como padres. Si somos padres buenos o buenos padres. Es decir, si tenemos la autoridad y la ejercemos correctamente a favor del desarrollo integral de la prole o si esta no tiene proyecto ni nociones claras para prosperar y convivir por falta de una conducción acertada o por abandono paternal.

Serviría mucho reflexionar acerca de qué tipo de hijos estamos haciendo circular en nuestras sociedades. A los que se van a casar, yo les diría que analicen profundamente la importancia del paso a dar. Casarse no es un juego. Hacerlo solo porque se tienen ingresos para sostener a una familia o porque alguien se siente ya muy machito, o crecidito, calenturiento,  porque hay un embarazo no deseado, porque hay soledad de alguna o de ambas partes, porque se tienen ganas de tener un hijo, o por alguna otra razón, no debe ser el motivo fundamental para tomar tal decisión. Los sacerdotes hacen esta advertencia a tiempo a los jóvenes cuando “se adelantan” y preguntan si en verdad hay amor entre ambos para proceder al casamiento porque si no hay éste, no tiene caso que por obligación o presión se allanen al matrimonio para siempre.

Aplíquese la sabiduría de la doctrina social Iglesia católica para no “regar el tepache”. Investíguese si   se coadyuva a la formación moral de los hijos o si se da un mal testimonio en la conducta. El buen ejemplo es la mejor manera de educar.

Seamos buenos padres. Los padres buenos suelen fracasar.   Si no tenemos el valor suficiente para hablar de frente a nuestros hijos y corregirlos enérgicamente, lo lamentaremos y habrá quizás consecuencias funestas por nuestro proceder tardío, inconsistente y cobarde.

Hay que enseñar a los hijos a vivir su libertad con responsabilidad. Educarlos para una vida, de compromiso consigo mismos y con los otros. Decirles, cuantas veces sea necesario, que su proceder tiene un gran significado para todos. Apoyémoslos a tener una vida sin desviaciones. Aquellos padres que no sepan qué hacer ante el desorden familiar interno, pueden recurrir a las personas sabias que son los sacerdotes. Ellos tienen una gran experiencia en humanidad y grandes deseos de servir a todos.