El talento de un estudiante de arquitectura

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José Luis Cobián|CN COLIMANOTICIAS

Manzanillo, Col.- Con pormenores de toda clase, Julio Adrián Hernández Lozano, joven estudiante de arquitectura en la Vizcaya, Manzanillo ha puesto todo en perspectiva en su formación personal y profesional, con la ayuda de su papá, el Ing. Julián Hernández Rayón, quien lo ha dotado de un frío sentido del deber, el respeto por la familia y la gente.

Sin embargo, fue el tiempo que le dio las pautas para encontrarse con la arquitectura, de la cual quedó prendido desde el primer día, “pude desbordar mi cariño por la carrera, en la que encontré mi vocación y profesión, no ha sido solo hacer planos, he aprendido cómo funciona una cocina, el sonido, una agencia aduanal, una clínica, una constructora, por lo que nunca he terminado de aprender”.

No obstante su historia comienza a los cuatro años, la que compartió en un tono sereno y reverencial, por el recuerdo de su niñez con su padre, cuando lo acompañaba a las diferentes obras y por su hiperactividad natural, Julio Adrián se involucraba y observaba cada detalle en los albañiles, ahí descubrió algo que fue crucial en su vida: “Reconocí que ensuciarse las manos era aprender y querer hacer las cosas”.

“Mi carrera no es difícil”, dijo, que como cualquier otra profesión presenta sus complicaciones, sin embargo, aseguró que lo que debe prevalecer es el compromiso, la dedicación y el tiempo. “Quien sepa coordinar sus tiempos será una persona que dará buenos resultados, salirse de la caja para prepararse y conocer otros lugares que te permitan ser más visionario. También se debe tener en cuenta que nada es imposible, es incosteable, pero no imposible”.

Precisó que la ingeniería y la arquitectura deben hacer comunión, porque son parte para conformar los buenos equipos de trabajo como JRH Construccion Asociados, donde se encuentra colaborando, una de las empresas que con su profesionalidad y formalidad son competitivas y ponen en alto el nombre de Manzanillo.

Una proeza en la arquitectura, por la cual tuvo que pausar sus estudios, fue cuando hizo elevar la construcción del Bar Nebo en Punto Bahía, realizando el proyecto y la edificación, cuyo diseño permite que la luz natural entre a través de los cristales que dan a la ciudad y por las noches adopta las luces de los negocios y los autos que serpentean por las calles. El resultado, un elegante salón donde se han desarrollado muchos de los mejores eventos del puerto.

El diseño confirió un amplio espacio con solidez, profundidad y equilibrio, resultado del ingenio, capacidad y por haber conformando Julio, a un buen equipo de trabajo, donde participó una de sus maestras, la Arq. Eva Carrillo, pero un elemento crucial, fue la libertad que le dieron en el proyecto, donde aseguró hubo muchos sacrificios, como salir de la escuela; sin embargo, no se arrepiente.

El aire olía a café y el sol ya estaba en su puesta, proyectando ya sombras sobre la terraza del edificio donde se generó la charla, fue entonces que le pregunté si su fijación a la construcción la traía en las venas, y un tenue asomo de sonrisa se dibujó en su rostro: “Sí, además tengo al maestro, mi padre, el me enseñó a darle valor a las cosas, a los clientes la atención y respeto a la gente que colabora con la empresa”.

Destacar que en una sociedad de competencia y consumo, la prosperidad no debe ser mala, lo que está mal es apegarse a las cosas, en este sentido, Julio, es un joven sencillo, entusiasta que representa a esos estudiantes capaces y trabajadores que abundan en Manzanillo.

Concreto con el consejo del Ing. Julián Hernández, sobre que cada quien es el dueño de su libro de vida, por lo tanto elige cuándo y cómo escribir sus páginas. Es así que siguiendo las palabras de su padre, Julio tiene un objetivo trazado, conformar su propio proyecto “Construcción y Servicios Inmobiliarios” y así seguir su propia vereda de realidad como emprendedor.