De regreso a la realidad

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Mauricio Castillo

Muy bien amigos. El sueño terminó, pero no las ganas de seguir soñando. La mañana del lunes posterior a la salida de la Selección del Mundial, casi como castigo divino, amaneció gris como las caras de todos aquellos que me encontré en el camino hacia mi chamba. Ya regresaron los peseros llenos de gente con sus choferes irresponsables aventando la lámina al rival de junto como si se tratara de un jugador holandés. Regresó la señora que salió tarde de casa, llevó los niños a la escuela y se viene maquillando entre frenones y cerrones. El ejecutivo en su Mercedes va tratando de pasar encima de los autos, con el celular en mano con cara de “pinche selección, valió madre como siempre”.

En mi camino al trabajo me topé con un encontronazo de tres coches justo en Tlalpan, que a las 8 de la mañana está más congestionada que nunca, y sólo porque uno de los tres decidió inventar un atajo que no existía. Los conductores de los tres implicados estaban tristes por el resultado de la Selección, pero más por discutir con los gestores de las tres empresas de seguros y un policía, más interesado en morder como Luis Suárez que en agilizar el tráfico.

Comienza una lluvia breve que aletarga todavía más el tráfico. Ni modo, a manejar con mayor precaución. Los que llegan a sus oficinas no pueden evitar tocar el tema del clavado de Robben. Ni modo, todos nos aguantamos. De pronto el interés por el Mundial se redujo casi 50 por ciento. Sólo nos atrevemos a decir que ojalá la Copa se quede en América, sólo para que Holanda no se la lleve y se convierta en el Cruz Azul, pero de Europa. Incluso algunos se aventuran a decir que esperan que Brasil tampoco llegue a la Final, sólo para tratar de reducir el mal momento que nos llevamos en su país, y porque pensamos que Brasil ganó perdiendo contra Chile y nosotros perdimos ganando contra Holanda. Aquellos que ya se tuvieron que regresar a México porque su viaje sólo contemplaba cuatro juegos de nuestra Selección, llegan renegando de los servicios del país anfitrión y los problemas en los aeropuertos para salir a tiempo. Pocos de los que me ha tocado escuchar se han referido a las hermosas mujeres brasileñas, o de alguna aventura prohibida.

Todo esto es cierto y se llama “de regreso a la realidad”, y es una enfermedad que siempre nos da cuando no llega el quinto partido. Pero no es grave. Se pasa en unos cuantos días y sucede cuando nos empiecen a recordar que la Línea 12 del metro sigue sin funcionar o que los legisladores se siguen peleando con las reformas, o que en Michoacán las cosas no mejoran, o lo que se gastó el gobierno federal para ver los partidos de México, o que las lluvias siguen inundando el periférico, en fin. En pocos días más nos aliviamos y nos olvidamos de lo que pasó en Brasil. Y a seguirle. No tenemos de otra. El Ángel se quedó sin festejo, pero ahí sigue para cuando tengamos la siguiente oportunidad, que estoy seguro va a llegar. Saludos.