CULTURALIA

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LOS CORRALES DE LA PETATERA

Esos son de los que hay que tener más cuidado,

porque entre más jugados más mañosos,

aunque hay otros que a tanto se vuelven mansos, pero son contados.

Pedro Ponce Pérez. Corralero de la Petatera.

Por: Noé Guerra

Con unos diez ayudantes en promedio, a veces son más, los corrales de la plaza se levantan en poco más de un mes pero en menos de 40 días, trabajo que para desarmarlo, es decir deshacer corrales y toriles, no lleva más de medio mes, apenas unos doce días. Originalmente construidos con troncos y soga de ixtle, estos espacios, los corrales en los que se resguardan y maniobran los astados, en la actualidad engrapan los amarres para asegurar que las sogas no se muevan y que en un momento dado se exponga a quienes mueven a los brutos. El área de corrales se debe cuidar que cuente con un embarcadero que permita la carga y descarga de los toros que participarán tanto en los jaripeos como en las corridas.

Desde hace cinco años, como sucesor de Adrián Macías (qepd), Pedro Ponce Pérez, es el formal responsable de la construcción de los corrales de La Petatera. Espacio logístico fundamental desde donde se organiza lo más importante de la fiesta, las corridas de toros y los jaripeos. Con una experiencia acumulada de más de medio siglo, Pedro, sabe y entiende la importancia de esta construcción que nace como él lo apunta, con el primer horcón, ese que se coloca como parte del portón de entrada al redondel, misma que debe tener una altura (medida con vara de otate –la herramienta tiene marcados: 1, 2 y 3 metros, más 20 centímetros-) de 3.20 metros, la medida exacta del camión cisterna o pipa de agua que todos los días entra al ruedo a regar para aplacar el terregal de la arena.

Dicho por él, durante los festejos, diario se reciben a unos 22 bureles para ser jineteados de la siguiente manera: seis en el Toro de Once y 16 para los jaripeos de la tarde, mismos que son desalojados al término. A la mañana del día siguiente llegan los nuevos toros que serán montados. En el caso de las corridas formales son entre 7 y 10 los ejemplares de lidia que llegan, según la ganadería. Añadió que durante el tiempo que tiene al frente de esta área, ha visto bureles que los traen cada año hasta 10 veces consecutivas, para formar parte de los jaripeos que aquí se presentan. Para la recepción de los toros de lidia explicó que se construyen cajones individuales diseñados para que el astado salga por una puerta y pueda regresar por otra, con lo que se cuida tener la mayor seguridad posible. “Tienen seguros especiales, diseñados e implementados para los cajones que garantizan la seguridad de los que aquí trabajamos”, dijo.

Recalcó que para estos animales, dada su bravura y peligrosidad se toman otro tipo de medidas al bajarlos debido a que llegan muy estresados y cualquier descuido puede provocar accidentes. “Anteriormente, me ponía en un triángulo de madera frente al embarcadero para provocarlos y que se bajaran más rápido, ahora lo construimos por fuera del corral, para una mejor protección. “A veces bajaban tan alterados que embestían contra la madera que me protegía, lo que habla de la resistencia y la calidad que estos materiales deben tener, de lo contrario, yo ya no estuviera”. Agregó que de ahí son guiados a corrales individuales, donde permanecen según los días con que lleguen, son animales que en espacios pequeños no pueden estar y menos juntos, se matarían entre ellos.

Hará unos años, señala Pedro, trajeron un toro que era hermano de Pajarito –burel que recordamos por su salto del ruedo hasta barrera de primera fila en la Plaza México-, el cual, a puro brinco abrió la tapa del cajón para tratar de salirse por arriba. Igualmente reveló que en otra ocasión, mientras encajonaban a los toros, uno de ellos se salió hacia el centro de la plaza, donde había gente acomodando los arreglos; por suerte alcanzaron a correr cuando escucharon los gritos. Gracias a la precaución que él ha tenido en su actividad, nunca ha sido golpeado ni corneado por algún animal. Esta es una de las plazas más grandes, al contar con un ruedo de más de 60 metros de diámetro, mientras que en las plazas reglamentarias varía entre los 45 y 50 metros.