Concierto Político

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    Las mejores historias policíacas son provenientes de Inglaterra: toda la obra completa de Connan Doyle sobre su célebre detective y su amigo el doctor Watson (que en algunos casos es el que narra la historia), pero también la excepcional Ágatha Christie o hasta el delirante Chesterton con la insuperable El hombre que fue jueves. Pero si en la Gran Bretaña nacieron los talentos destinados a hacer florecer la novela negra, el resto de Europa no se quedó atrás, lo mismo que Estados Unidos.

    Es decir, la novela policíaca ha prosperado enormemente en los países anglosajones, sin que ello signifique que es exclusivo de esas latitudes. Así, aunque no con la misma intensidad que en otros lados del planeta, en América Latina también se ha desarrollado el género, aunque adaptado al entorno y a las circunstancias que imperan en cada región. De igual forma, en el habla portuguesa se ha hecho famoso un detective Pepe Caravalho, que actúa de acuerdo a las necesidades que exige la idiosincrasia de pertenecer a un país tercermundista.

    En México no nos es ajeno el tema de la novela policíaca. Destacan en el género con sendas obras clásicas los escritores Rodolfo Usigli (Ensayo de un crimen) y Rafael Bernal (El complot mongol), ambas llevadas a la pantalla grande con desiguales resultados. Los dos autores mexicanos ya son clásicos y son, asimismo, referencia obligada cuando se trata de hacer un recuento (todavía muy escaso) de los autores que han cultivado el género negro en nuestro país.
    A fines de la década de los 70 y bien entrada la de los 80 surgió el único detective mexicano que tiene como campo de acción las calles del Distrito Federal, nacido de la imaginación del escritor mexicano-español (sus padres son de España) Paco Ignacio Taibo II. Sí, así con ese pinche nombre mamón que lo distingue del de su padre, que por lógica es Paco Ignacio Taibo I. A estas alturas ya está el Paco Ignacio Taibo III y no tarda en aparecer el Paco Ignacio Taibo IV. Y así, hasta el infinito.

    En fin: el caso es que el hecho de ser los Taibo de origen español influyó para que el segundo de la generación que llegó a México huyendo del franquismo le pusiera a su detective no unos apellidos mexicanos, sino gachupines: Héctor Belascoarán Shayne. Y si bien el tipo se mueve y actúa como el más mexicano de los de la tierra de José Revueltas y Juan Rulfo, a su creador se le hizo natural bautizarlo con esos apellidos que nos suenan extranjeros, aun cuando los Sánchez, Pérez, Martínez, Rodríguez, González y prácticamente todos los que abundan en México también tienen su origen en España.

    El caso es que fueron varias las historias que protagonizó Belascoarán Shayne a lo largo de las décadas de los 70 y los 80, mismas que casi de inmediato fueron trasladadas al cine, la razón por la que más gente se enteró de la existencia de la creación de Paco Ignacio Taibo II. La trilogía del detective mexicano fue abruptamente interrumpida con No habrá final feliz (antes aparecieron Días de combate y Cosa fácil). Sin embargo, como los toreros, los luchadores, los futbolistas y tantos políticos mexicanos, el investigador privado regresó porque el público lo pidió.

    La explicación que da Paco Ignacio Taibo II para que Belascoarán Shayne regresara a la acción (pese a que en la última novela de la serie “la lluvia caía sobre su cuerpo perforado”, según lo describe el autor) resulta conmovedora: un auditorio reunido en la ciudad de Zacatecas, a donde el autor acudió a dar una charla, aprobó casi por unanimidad (sólo un voto en contra) que resucitara el detective que ya había  muerto en No habrá final feliz. De manera, pues, que el resultado de tal petición, que se repitió con otros auditorios de la República Mexicana, fue la siguiente novela del kilométrico nombre que reza así: Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia.

    Al autor de esta columna de culto le llamó la atención esta novela de kilométrico nombre, pues en ella reaparece un Belascoarán Shayne que ya había fallecido en la anterior novela de la saga. Y en virtud de que me apasiona el género negro, decidí hincarle el diente a esta obra que fue lanzada al público en 1989, un año después de la polémica elección presidencial en la que le arrebataron el triunfo al michoacano Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano los priístas de entonces, con el pelón Salinas a la cabeza.
    La observación es importante, pues el autor no niega la cruz de su parroquia perrediana al poner a su detective a investigar un supuesto golpe armado que está en preparación y que darán mercenarios reclutados por la CIA (entre otros, un cubano que parece salido de una película de Juan Orol), para posteriormente culpar a los seguidores de Cárdenas Solórzano, si es que salen mal las cosas para la causa tricolor. Por supuesto, la conspiración es parada a tiempo por Belascoarán Shayne, quien es ayudado por sus amigos de siempre, pero  también por un hermano, por una misteriosa mujer y por un periodista gringo con contactos de alto nivel en Washington.

    Aunque la novela es cien por ciento mexicana, la trama empleada para el retorno de Belascoarán Shayne no está a la altura de otros autores de origen anglosajón contemporáneos de Paco Ignacio Taibo II. Vamos, Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia ni siquiera está al nivel de la novela con la que inicia la serie, Días de combate (con su correspondiente asesino serial), que si bien es un tema ya muy trillado, al menos tiene lugar en nuestro propio terreno y no en el ajeno.

    OTRO FELIPE CRUZ. La primera vez que el panista Felipe Cruz Calvario fue presidente municipal de Villa de Álvarez, derrotando humillantemente al payaso Luis “El burras” Gaitán Cabrera, realizó un papel tan digno y decoroso que le valió, tres años después de concluida su administración, repetir en el cargo, ahora poniéndole una soberana paliza al nefasto Luis “El sobreviviente de Auschwitz” Ávila Aguilar.

    Es indudable que pesó en el ánimo de los villalvarenses el hecho de que Felipe Cruz había realizado un aceptable trabajo como alcalde la primera vez, que todas las promesas que pudiera haber hecho en campaña. Sin embargo, el excelente político que había sido hasta entonces se transformó en alguien totalmente diferente al que todos conocieron; tanto así, que esa fue la principal causa de su derrota como candidato a diputado local, un cargo que el tipo ya creía tener en la bolsa.

    Por supuesto, la transformación de Felipe Cruz no fue de inmediato, sino que se dio en forma gradual. Y es que al inicio de su administración, como obliga con alguien que tiene bien arraigadas sus convicciones políticas, el entonces alcalde rectificó la pifia cometida por su antecesor, Adrián “El Rey Lopitos” Virgen, quien unos días antes de abandonar el cargo le impuso el nombre del “porro” Fernandone Moreno Peña a una avenida que ya había sido bautizada con la del santón panista Manuel Clouthier.

    La imposición (¡y vaya que lo fue!) del nombre del “capo de tutti capi” Fernandone Moreno a la avenida ya llamada Manuel Clouthier fue una causa por la que varios periodistas respaldamos la postura de Felipe Cruz, que tenía la razón y la ley de su parte, no así “El Rey Lopitos” Virgen, que sólo pretendía adular a su hacedor, protector y tal vez hasta su tío de fin de semana. Hasta ahí, pues, el entonces alcalde de Villa de Álvarez había dado muestras de ser el mismo de siempre.

    Sin embargo, como es de esperarse en sujetos que no son lo suficientemente inmunes políticamente hablando, Felipe Cruz comenzó a desviarse del camino de la congruencia, amén del de la decencia. Podrían enumerarse algunos  casos en los que el Felipe Cruz de la segunda vez ya no era el mismo del de la primera, pero baste mencionar el ejemplo más execrable de todos para demostrar por qué fue que los villalvarenses ya no quisieron apoyar de nuevo una carrera que prometía demasiado.

    En efecto, la peor mamarrachada cometida por Felipe Cruz fue haber incluido, junto con su cabildo panista y la complicidad sumisa del priísta lame suelas Petronilo  Vázquez Vuelvas, el nombre del bribón Manuel Sánchez Silva (El marqués de la plata ausente) en la Rotonda de los Hombres sin Lustre del municipio de Villa de Álvarez, donde tal vez haya personajes de todo tipo, pero no creo que bandoleros de la calaña del que fuera echado a patadas del ayuntamiento de Colima por ladrón.

    Los integrantes de la Rotonda de los Hombres sin Lustre de Villa de Álvarez se deben estar revolviendo en sus tumbas por haber sido puestos al mismo nivel que el vaquetón de Manuel Sánchez Silva, todo ello gracias a la complicidad de un presidente municipal que ya había dejado de ser popular.  Así, un alcalde repudiado por su pueblo y un empresario del periodismo que del Diario de Colima hizo el Monte Everest de la corrupción, se aliaron para ofender con su descaro la memoria de los villalvarenses.

    Y como los gobiernos panistas resultaron ser los incondicionales perfectos de las obsesiones de Héctor “Tacones lejanos” Sánchez de la Madrid por elevar a la categoría de héroe local a un delincuente como lo fue su padre, lo más seguro será que la actual presidenta municipal de Villa de Álvarez, Brenda Gutiérrez Vega, solapará la ofensiva maniobra que fue perpetrada arteramente por Felipe Cruz y el líder de la sede de La jaula de las locas.

    De cualquier manera, sin ser villalvarense (pero colimense a mucho orgullo) pero convencido de que la inclusión de Manuel Sánchez Silva en la Rotonda de los Hombres sin Lustre de Villa de Álvarez es una canallada que no tiene nombre, desde esta columna de culto hago constar mi total desacuerdo e inconformidad con la perversa maniobra urdida por Felipe Cruz, “Tacones lejanos” Sánchez de la Madrid y el traidor, abyecto y chueco de Petronilo Vázquez Vuelvas.