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Los robos no siempre son a mano armada

Por Felipe Díaz Cortez

Recientemente salió a flote que hay en toda la república una serie de expendios de gasolina que no entregan al consumidor los litros completos que paga y esto es grave, muy grave.

La lista negra de las gasolineras que roban en el estado de Colima ya fue publicada por un medio local.

Pero también hay tiendas de abarrotes donde le dan los kilos capados o lugares que venden productos y servicios de muy baja calidad.

Los productos taiwaneses son otro ejemplo de las tranzas que tiene que vivir el consumidor todos los días, pues si bien es cierto son productos baratos que de nada sirven.

Por supuesto que también uno como consumidor tiene la culpa por no gastar un poco más compra puras chingaderas y les doy un ejemplo: me ofrecieron en la calle pulir las micas de los faros delanteros de mi carro a un precio relativamente barato y con garantía de un año. El joven que me atendió muy amable me entregó una tarjeta de presentación, pero sin dirección ni teléfono. A la semana los faros estaban iguales o peor que antes, todos opacos y ni a quien reclamarle.

En este caso pude darme cuenta porque los tenía a la vista, pero en el caso de la gasolina, que los tanques no son transparentes ni qué hacer. Aunque al final de cuentas resultó lo mismo.

Lo mismos en restaurantes donde nadie sabe a ciencia cierta lo que le venden, ni la calidad de los ingredientes que utilizan en la preparación de los alimentos.

¿Pero qué subyace a todo esto?: “la deshonestidad de la gente”. Y mientras esto no cambie, seguiremos recibiendo litros con menos de mil mililitros.

No niego que hay gente honesta y mucha, pero el peso de los malos inclina la balanza hacia los grandes perjuicios sociales que afectan el bienestar de la gente.